La educación 1.0 es un proceso unidireccional en su mayor parte, en donde los alumnos adquieren
la información generalmente de manera pasiva proporcionada por los docentes, lo que
induce al estudio individual.
Trabajan sus contenidos a través
de apuntes, artículos, libros de texto, vídeos
y, en los últimos tiempos, la web.
Se podría decir que es similar a
la primera generación de la web (Web 1.0), que se caracteriza por ser estática,
contenedora de documentos que jamás se actualizaban y sólo permitían su lectura; lo que
equivaldría a proporcionar información de manera pasiva y lineal. Todo lo
contrario parece suceder al referirnos a la Educación 2.0, que tiene como centro el mismo concepto que la web 2.0: el
trabajo colaborativo
y la creación deconocimiento social (Haro, 2007). Aquí haré un amplio paréntesis para tratar de
explicar lo relevante de este cambio y su injerencia en la enseñanza.
Vemos como en los últimos 15 años
se presenta un nuevo panorama para la educación como consecuencia de la evolución de la Tecnología de la Información y la Comunicación, lo que
ha dado pie, entre otras cosas, a la innovación de pedagogías educativas. La World Wide Web ha sido testigo de una serie de
cambios importantes desde su creación (Web 1.0)1 en la que si bien se
consideraba una tecnología de acceso porque difundía información, datos, dejaba
poco espacio para la participación y la colaboración entre usuarios de la Red; la Web
2.0, se ha convertido en una tecnología de participación, es decir, brinda un
mayor acceso a la información, más posibilidades de interactuar socialmente,
intercambiar opiniones y datos, entre otras cosas. La expresión Web 2.0 arribó
para quedarse, aunque agregaría: temporalmente (como lo hacen ver distintos
investigadores), para dar paso a un tercer nivel, del que aún los países
subdesarrollados, lamentablemente, nos encontramos muy distantes.
Entendemos que alumnos y maestros
deben adquirir las competencias necesarias para saber enfrentarse al mundo digital y globalizado
que caracteriza a la sociedad actual y, todavía más, la de un futuro inmediato. Sabemos de la
importancia de comenzar a trabajar en competencias (digitales o tecnológicas)
que según los estándares educativos elaborados por expertos como los de la
Sociedad Internacional para la Tecnología en Educación (ISTE) son aquellas que
hacen que los estudiantes demuestren pensamiento creativo, construyan conocimiento y desarrollen productos y procesos innovadores utilizando tecnología. Aquellas que hacen que utilicen medios y entornos digitales para comunicarse y trabajar de forma
colaborativa para apoyar el
aprendizaje individual
y contribuir al aprendizaje de otros. Vemos un alentador futuro pedagógico
siempre y cuando estos alicientes tecnológicos se conviertan realmente en
herramientas que contribuyan al bien común; sin perder de vista, antes que nada
que "lo fundamental -como dice Boris Mir (2007), en su blog La
mirada pedagógica- está en determinar si poseemos competencias
digitales para poder ejercer la función docente en el siglo XXI. Y, respecto a
los alumnos, si las actividades que proponemos desarrollan realmente
competencias digitales o son una mera transposición de actividades tradicionales
a las nuevas herramientas"; y estas son unas de las grandes cuestiones que
estamos obligado a replantearnos constantemente.
En respuesta a la primera
interrogante ¿Estamos preparado como docentes para diseñar ambientes de
enseñanza-aprendizaje como los que proponen el concepto de Educación 2.0 ó
3.0?, convendría considerar antes que otra cosa la ubicación del contexto en
que nos desarrollamos, porque de ello dependerá en gran parte la respuesta; en
el caso particular y el de los catedráticos de la Universidad Autónoma de Baja
California, cuya vertiente pedagógica apunta hacia una instrucción vinculada
con el constructivismo sociocultural, pero aún centrada en contenidos curriculares
presenciales, encontramos por un lado, que si bien existe la preocupación por
desarrollar medios de aprendizaje apoyados con tecnologías de la información y
comunicación, hay todavía una infraestructura insuficiente para ello, a la que
sumaríamos, un desconocimiento en un sector importante (esto es una apreciación personal) de la
planta académica sobre los beneficios que estas innovaciones tecnológicas
pueden proveer a la educación; no obstante, estas condiciones, optimistamente
perfectibles, quienes participamos en la formación docente donde adquirimos
información sobre la realidad de los programas educativos del país y del mundo,
de las innovaciones pedagógicas ya implantadas en otros continentes y con
resultados alentadores, de lo fundamental que resulta el aspirar a una
educación significativa, nos hace suponer o más bien, me hace suponer, aunque
-como expresaría Fernando Santamaría- todavía nos pesa la tradición de las estructuras
educativas, que sí estamos preparados para diseñar programas dentro del
concepto educación 2.0, considerando también que son los objetivos que ha
venido persiguiendo la propia universidad y en cuanto a la segunda interrogante
¿que tan capacitados están nuestros alumnos para incorporarse a estos niveles
de educación? me parece que nadie mejor que ellos tienen la capacidad de
incorporarse a estos modelos, dado su crecimiento y desarrollo, casi a la par,
con los avances tecnológicos, particularmente con los relacionados a las TICs
que es notorio de manera intensa en los últimos años. El estar familiarizados a
estos instrumentos les será fácil incorporarlos como recursos para un aprendizaje
significativo, de esto, no creo existan dudas.
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